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Pensar desde el viaje: Crónica del XIII Coloquio de Filosofía y Fuga. Pensamiento desde el Mal Bajío

El Coloquio se llevó a cabo del 1 al 4 de abril de 2025 en el estado de Guanajuato, teniendo como sedes la Facultad de Lenguas y la Sede Valenciana de la Universidad de Guanajuato (UG). Aunque ya había asistido —y participado— en coloquios anteriores, este fue el primer evento en el que intervenía fuera de mi facultad, mi universidad, mi ciudad y mi estado. Por ello, esta reseña se aproxima más a una crónica, sin dejar de lado los detalles relativos a su convocatoria, organización, participantes y actividades.

            La manera en que me enteré del Coloquio y de su convocatoria fue, cuando menos, curiosa. Durante mi servicio social, el pequeño equipo de difusión que había conformado recibió una primera crítica respecto a que nuestro material se enfocaba únicamente en profesionistas académicos pertenecientes a la facultad a la que estábamos adscritxs. Movidos más por curiosidad que por protocolo, revisamos el perfil desde el cual se había hecho la crítica para valorar si era prudente responder. En la parte superior de dicho perfil, como su publicación más reciente, se encontraba la convocatoria al Coloquio.

            He de confesar que, al principio, leí las bases de la convocatoria más por curiosidad y morbo que por un interés genuino —como si participar fuera una forma de responder al comentario inicial—. No obstante, desde el semestre anterior había estado considerando la posibilidad de establecer un diálogo entre la Antifilosofía (propuesta por Lacan y desarrollada posteriormente por Badiou) y la Teoría Crítica (tomando como referencia a Horkheimer y, más adelante, a Honneth). Por ello, al descubrir que la Teoría Crítica figuraba entre los ejes temáticos del Coloquio, comencé a evaluar con mayor seriedad la idea de asistir al evento.

“Pensar desde el viaje también es una forma de pensar desde el cuerpo: cada desplazamiento modifica la mirada."

            Decidí consultar al profesor que impartía Teoría Crítica en mi facultad, proponiéndole una reunión extemporánea para hablar sobre mi tema y el coloquio. Aunque, por azares del destino, la reunión prevista se fue aplazando y posponiendo hasta que, con el tiempo encima, decidí enviar una propuesta. Para cuando me reuní con mi profesor tuvimos una charla que, oscilando entre ser chistosa e irónica, sirvió para que él expresase su interés por participar en el coloquio (aunque, al ver que el periodo de la convocatoria había pasado, prefirió dejar las cosas así) y yo le diese la noticia de que no solamente había enviado una propuesta, sino que había sido aceptado.

Después de eso comencé los preparativos para la odisea que tenía enfrente: solicitar los viáticos a la facultad, buscar hospedaje e idear cómo llegar a la ciudad de Guanajuato sin quedar varado en Silao o Celaya. Afortunadamente, la logística del evento mantuvo comunicación constante con las personas que participarían en el congreso, ofreciendo traslado de sus sedes en el centro de la ciudad a la sede Valenciana. Asimismo, ofrecieron opciones de hospedaje con precios preferenciales y referencias de las tarifas de la zona.

            En las inmediaciones del evento conocí a Joel e Itzel, integrantes de la Comunidad Mexicana de Estudiantes de Filosofía (COMEFI) delegación Guerrero, a Luis Adrián y Javier del Colegio Profesional y a Natalia quien es la delegada representante de la UG en COMEFI. Digo bajo protesta de verdad que no me indujeron a esta comunidad (con la ironía de pertenecer a a ella), pues —en palabras de Itzel— fue "un inusual arrebato de confianza lo que llevo a que conversáramos": resultó que Joel, Itzel y yo habíamos compartido un autobús con Gustavo Leyva, mismo que editó el libro Filosofía del Derecho de Hegel y profesor de filosofía en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), y sin habernos percatado de la coincidencia en un principio.

“Cada diálogo, cada risa y cada ponencia fueron un recordatorio de que pensar también es convivir.”

            Gustavo Leyva fue de los invitados magistrales al evento, junto a Miguel Ángel Martínez Martínez, María Pía Lara Zavala, Sergio Espinoza Proa y Adolfo García de la Sienra Guajardo. Todas estas figuras carecieron de ese “aire inalcanzable” que en ocasiones perfuma a las personalidades de los eventos. Me atrevería a decir que no hubo día alguno en el Gustavo Leyva no estuviese sentado en los pupitres de los salones, como el resto del público, escuchando ponencias y ofreciendo puntos a considerar. Cabe decir que quien no consiguió su correo —para continuar las conversaciones de manera posterior al coloquio— fue por una sordera extrema o por un desinterés inconmensurable.

Asimismo —y de antemano— los participantes de varias mesas habían sido informados sobre el interés que estas figuras tenían en los temas, por lo que habían solicitado un avance de sus ponencias para que se pudieran debatir con mayor profundidad. En el caso de mi mesa, tuvimos el interés de Adolfo García de la Sienra, quien hizo especial énfasis en las “Reflexiones frente al discurso neorracista hacia la migración en Guanajuato desde la ética de Lévinas”, presentadas por el Lic. Áaron Rojas Ramírez.

Para el último día del coloquio, se estableció una reunión para escuchar a la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato. Fue antes de que empezará el concierto, que se no permitiera una charla con el director de la orquesta, igualmente con la Mtra. Yolanda Picaseño Gómez y la Lic. Paola Fernanda Rodríguez Casasola quienes son especialistas en Filosofía de la Música.

            Reiterando que se trataba de la primera vez que salía de “mi ranchito”, en Michoacán, para participar en un evento académico, quedé maravillado con las instalaciones de la Universidad de Guanajuato, sus célebres escaleras y salones adornados. Quedé maravillado de la Sede Valenciana, la preservación del convento y su reinvención como espacio universitario. Si mi economía hubiese sido mejor, estaría también pregonando de la fortuna que fue tener el coloquio a la par de la Feria del Libro de Guanajuato (pero me reduciré a decir que ahí encontré un libro de la Universidad del Valle que, so pena de perder un par de cenas, ayudó a mi investigación venidera).

“La filosofía, incluso en sus coloquios más formales, sigue siendo un acto de amistad.”

Fue un gran evento, con colaboraciones impresionantes y valiosísimas oportunidades para hacer contactos y desarrollar temas de investigación. Gracias al evento pude forjar amistades de distintos estados, enterarme de la COMEFI y aperturar una delegación en Michoacán; pude conversar sobre el tema de mi ponencia con un público diverso (tanto en los espacios académicos como en los externos). Y aunque escuché que el evento se reservó la admisión de estudiantes de licenciatura únicamente para quienes fueran externos a su universidad (cuestión que destaco únicamente por lo curiosa que me resulta, sin intención alguna de atentar contra persona ninguna), he de aplaudir la logística y organización detrás del coloquio, a sabiendas de lo complicado y laborioso que es. Pues, como punto final a señalar, he de aplaudir que –mientras escribo esta reseña– no me encuentro a la espera de la respectiva constancia de participación (como luego suele suceder en eventos de esta índole).

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